El aire fresco de la tarde mece cadenciosamente la copa de los árboles. Esa paz, rara vez es interrumpida en aquel punto del bosque, pero ahora, el ave de presa observa curiosa la escena de la única cabaña cercana. Para la pequeña aguililla, comienza a volverse una función semanal.
Tras la ventana, William azota su látigo en el desnudo torso de su nueva víctima.