Se contaban por miles y con seguridad sumaban millones los terrícolas que esa noche del jueves 4 de enero de 2016, miraban atónitos al cielo. Cerca de las nueve, se encendió la primera luz: era como un gran plato que destellaba una deslumbrante estela. Antes de las diez, parcialmente se le fueron uniendo otros círculos iguales que finalmente formaron una inmensa cruz que a pesar de hallarse a 500 mil kilómetros de distancia de la Tierra, se podía apreciar perfectamente desde tres cuartas partes del planeta.