La película tenía más de veinte minutos de haber iniciado y Frida continuaba sintiendo esa rara sensación en la espalda. Era como si alguien la estuviera observando, sólo que la mirada era tan pesada que ya hasta sentía entumecido el dorso. Giró su cabeza y ahí, entre la penumbra, descubrió sus ojos y una blanca dentadura que le sonreía.