Magdalena se colocó las pantuflas y bajó muy suavemente las escaleras del apartamento para no despertar a su bebé.
No necesitaba ver a su esposo para adivinar la escena. Cada noche se repetía. Plutarco, en cuanto veía que Magdalena y el pequeño dormían, se refugiaba en el estudio y comenzaba a revisar todos los documentos y recortes de periódico.