Manolito caminaba rumbo a la habitación de su abuelo cuando escuchó a su hermana y a su madre conversando en la recámara contigua. Paola lloraba y la señora Durán, más tranquila, persistía en consolarla. Manolito guardó sus canicas en el bolsillo de los pantalones cortos para que no hicieran ruido y acercándose a la puerta, pegó el oído para escuchar mejor.