Cuando Rolandito salió a la tranquila calle rebotando su pelota, se alegró de encontrarse a una niña de su edad.
-Hola, -le dijo sonriente, -quieres jugar «cachi bol».
-¡Sale! ¡Me encanta el «cachi»! -Festejó Paty.
Pronto nació una alegre amistad y en cuanto llegaban de la primaria, se asomaban por las ventanas que daban a sus jardines para hacerse una señal y correr al encuentro.