Esto mismo me dijo la semana pasada una persona cuando en la plática salió el tema de que me gustaba correr. «La gente no lo sabe, increpó, pero correr hace que te crezca el corazón hasta matarte, es muy peligroso», concluyó levantando el dedo índice y meciéndolo reiteradamente para darle mayor credibilidad a su frase.
Cuando escucho una burrada de ese tamaño no suelo debatir. Me parece tan torpe y corto de sentido común que no le veo ningún caso sacar de su error a quien tan valientemente lo promulga. Porque además ya sabes, los de esta especie son capaces de morir en la raya antes de aceptar o cuando menos reflexionar sus tarugadas. Es como asegurar que viajar en avión mata. Claro que han habido accidentes en la historia de la aviación, pero eso no descalifica a tan increíble medio de transporte.
O como pregonaba en un desayuno un ingeniero «no mano, yo no corro más allá de 5k… es que es muy malo para el cuerpo porque el hombre no está diseñado para correr». Y nuevamente el índice al aire aseverando la pendejada.
Decía Steve Jobs que su gran equipo de Apple llegó a hacer tantos inventos y a revolucionar tantas industrias gracias a que nunca tuvieron cerca a alguien que les dijera que eso era imposible de hacer. No quiero imaginar a estos amigos de los que les platico, si hubieran nacido en la Sierra de Chihuahua, diciéndole a los Tarahumaras o también conocidos como Rarámuris -quienes han suscitado interés a antiguos cronistas y a etnógrafos contemporáneos por su legendaria habilidad para recorrer grandes distancias, incluso descalzos, sin aparente sufrimiento y que hasta la fecha siguen corriendo el ultramaratón de 100 kilómetros a través de uno de los terrenos más desafiantes de México: la Barranca de la Sinforosa en el Estado de Chihuahua-, «¡No! ¡Espérense, no corran así! ¡Eso no es sano!» O a los Aztecas y Mayas… «¡Óiganme, no! ¡Díganle a esos muchachos mensajeros que no corran así, que aunque urge llevar las noticias, les va a hacer daño, que no sean inconscientes! O a los griegos echándoles abajo el invento del Maratón y hasta las Olimpiadas «por andar con sus jueguitos les va a crecer el corazón, no sean tercos» (índice al aire, claro está). O al hombre de la prehistoria muriéndose de hambre, preferible a recorrer en grupos largas trechos para cazar a sus presas. Pero no, afortunadamente estos dos sabelotodo son de nuestra época.
En fin, pero también a este par de amigos es que les debo la inspiración para este Andares y hasta el título porque desde otro ángulo, es verdad, correr que digo agranda, ¡crece, ensánchese!, el corazón. Y cómo no va a ser así si existen tantas muestras de compañerismo y valentía en este deporte porque los tipos que corremos, hay que aceptarlo, somos muy raros (en el Maratón de Tajín me decía un taxista «nooooombre para hacer eso hay que estar marihuano»). Lo que él no sabe, es que está muy cerca de la realidad ya que al correr el cuerpo libera endorfinas (la droga de la felicidad de los corredores) que producen en nuestro cerebro sensaciones muy similares a las de la morfina, el opio o la heroína, pero, lógicamente, sin sus efectos negativos. Y ay andas como baboso sonriéndole a todo mundo, hasta al vecino que te cae gordo.
Los corredores estamos locos (ver video de Marciano Durán “esos locos que corren”)… nos saludamos prácticamente sin conocernos, le echamos porras al que se deje, aplaudimos, festejamos y muchas veces vamos cantando, platicando o bailando mientras corremos. Somos muy extraños porque nos volvemos más sensibles, más sanos en todos los sentidos, más analíticos, más cautelosos y pacíficos en un mundo tan violento. Somos bien pinches raros porque a quien en su sano juicio se le ocurre salir a correr 5:12 horas sin parar (fue mi tiempo en el maratón de San Diego, jajaja) pudiendo estar acostadito en tu casa o pegándole a unos tequilitas.
El corredor es una persona feliz y mientras corre va dejando a cada paso cualquier pensamiento negativo y de manera natural comienza a analizar su vida y dando orden a todo aquello que le importa. En mi caso, yo me dedico a hacer creatividad para campañas publicitarias y escribo Andares de la vida como este mismo, y he comprobado que no hay idea que se resista a salir después de rebasar un 5k.
Puedes buscar soluciones y superar tus problemas, recomponerte de una separación, consolar un duelo (no recuerdo en qué libro leí la anécdota de una persona que corría llorando para dejar atrás el duelo de su padre recién fallecido a quien le había dedicado la carrera. No lloraba de tristeza, sino recordando que él fue quien lo inició en este deporte). Sin mencionar la extensísima lista de beneficios físicos (como ser el mejor ejercicio para perder peso y reducir el colesterol, por ejemplo), es increíble lo bien que le cae a la salud mental, es como tener tu propio psicólogo interno. Además, como dice Jeff Gallowey en su Libro del Corredor, ¿de qué sirve un bonito hogar, la familia y el dinero sin buena salud para disfrutarlo?
Algo que también se me hace muy padre de este deporte es que aún siendo una carrera familiar de 5k puedes llegar a correr con grandes campeones, como me pasó en Veracruz que la carrera estaba encabezada por Ana Gabriela Guevara. O tener la satisfacción de correr con grandes figuras como Germán Silva o Alejandro Cárdenas, o hasta la guapísima Marisol González (Televisa deportes) con quien corrimos la carrera de Mister Tenis; de hecho, en el último maratón de Boston, sí en el de los inconcebibles bombazos, entra tanto atleta destacado, corrió nuevamente el multicampeón del Tour de France, Lance Armstrong, mismo al que se le descubrió que usó sustancias prohibidas para mejorar su rendimiento.
La carrera de competencia es realmente una fiesta. En ellas no te estas peleando contra nadie, no hay un ojete que te traiga ganas y por eso te agarre descuidado y te sorraje una patada que te mande con fractura a un hospital; no hay porras mentándose la madre, no hay hooligans madreándose, volteando carros o destruyendo comercios. Aquí no compites más que contigo mismo, eh ahí donde radica el gran compañerismo que se da en este deporte y por eso todos te apoyan porque además saben el gran coraje y determinación que se requiere para vencer desde un 10k.
Yo comencé a correr en el 2010. Sucedió porque en una cena entre compadres nos preguntamos, ¿y si aparte de juntarnos para echar la copa y cotorrear (¡lo cual nunca hay que dejar de hacer!, no se trata de cambiar una por otra) nos ponemos de acuerdo para practicar algún ejercicio? ¿Cómo cuál? Mmm, no sé, podría ser un billar… ¡No, no manches! Mmm, qué tal un partido de fut. Suena mejor pero hay que reunir a mucho más gente. ¿Y si comenzamos por correr? Es fácil y no necesitas gran equipo. ¡Hecho!
Tenía 42 años y tras correr tres meses, me inscribí en la carrera 10k del Golfo de Veracruz. Recuerdo esa tarde a punto de arrancar: estaba ansioso, lleno de nervios, queriendo ir a hacer pipí justo al oír el disparo de salida. La última vez que había corrido más de esa distancia, fue a los 16 años cuando al papá de un vecino se le ocurrió decir que él y su hijo corrían más que yo. Ya saben cómo es eso del orgullo, a pesar de que se me rajaron rapidito, me corrí 16 vueltas a un circuito que le llamábamos el «ovalo» y que equivaldría como a 12k, supongo.
Bueno, la carrera 10k del Golfo con sus más de 4 mil competidores y la incomparable belleza del boulevard Jarocho, fue la pócima que me convirtió en coleccionista compulsivo de kilómetros y medallas.
Al siguiente año corrí 12 medios maratones y aunque ya había hecho ese gran logro, me sentía pésimo conmigo mismo porque acababa tan agotado los 21k que lo primero que pasaba por mi cabeza es que jamás de los jamases lograría correr un maratón completo. Mao, mi hermano, me alentaba para hacerlo, pero la verdad, no me sentía capaz. Una mañana me habló y dijo “pues a ver cómo le haces porque ya te inscribí en el maratón de San Diego…” Yo seguía con dudas, pero finalmente, la gente que andamos en esto somos fanáticos de los retos y así fue como en un entrenamiento, llegó hasta mí un pensamiento que lo cambió todo. La palabra mágica fue «medio maratón» y yo relacioné «medio» con «¡Mediocre!» Me sonó tan feo que a los pocos días ya estaba creciendo la distancia en preparación para el «Rock and Roll Marathon». Definitivamente todo está en la mente y en pegarle a dónde te duela, jajaja.
Nos inscribimos en todas las carreras a pesar de que sabemos que nunca ganaremos una, ¿irónico, verdad? Pero eso es otro motivo de que este deporte está lleno de maravillosas historias que comprueban que correr engrandece el corazón.
Mónica Rechy, la esposa de mi amigo Vidal, admirable Ironman (la prueba más exigente del triatlón que consta de 3,8 km de natación, 180 km de ciclismo y 42,2 km de carrera) y organizador de la Carrera 10k Avan radio Xalapa, una vez me comentó: «Alejandro, sino es porque he tenido la fortuna de ser mamá, te podría decir que la experiencia más grande que hay en la vida, es cruzar la meta de un maratón».
Mi pequeña hija Cindy, cada que voy a una competencia y le digo que «voy a dar lo mejor de mí, que no me voy a dejar vencer y que le voy a traer una medalla», mirándome con su ojito a medio cerrar como si le estuviera pegando el sol, me responde «tú siempre lo haces papá».
He corrido carreras de Padres e hijos con Cindy y con Maryfer, mi segunda hija, desde sus 12 años; y con Ale, el mayor, no nos perdíamos ni un 10k. Mi querido hermano Mao y su esposa Jessy, la mujer de hierro, (me acordé de un chiste: ¿Si oyeron el twit que mandó Olga Tañón cuando murió Margaret Thatcher? «Descanse en paz la Dama de Hierro. Hollywood está de luto». ¡Jajaja!), ambos maratonistas, corren con Emilio y Diego, sus hijos, llevándolos en carreolas… imagínate toda la buena vibra y enseñanza que le están legando.
Las medallas siempre son un gran motivador para cualquiera. Varios amigos tienen «su muro de la vanidad” en casa; otros las enmarcan junto con la foto cruzando la meta; algunos las guardan ¡bajo llave!, jaja; Mao en un centro de mesa del comedor; Ale, Maryfer y Cindy en sus recámaras. Yo las tengo en mi oficina para poder verlas a diario y les confieso, con mucha pena, pero ya qué, estamos entre cuates, que al verlas me recuerdan que soy invencible y que debo fijar ya mi próximo reto sin importar de qué se trate: de lectura, de salud, de estudios, ¡de viaje!, económicos, de horas dedicadas a mi familia, ¡del próximo maratón!
Federico Ricarte, -otro gran corredor del Puerto de Veracruz, quien junto con un muy pequeño grupo más, tienen el orgullo de portar en su medallero los “Five Majors Marathon” (5 maratones grandes del mundo) que se realizan en New York, Boston, Chicago, Lóndres y Berlín-, se preparó durante meses para superar su tiempo en Lóndres y vaya que lo estaba logrando cuando de pronto su compañero, Omar, mejor conocido como el «Búfalo» se sintió mal y Federico pudiendo cumplir su reto, prefirió quedarse con él y apoyarlo para que juntos llegaran a la meta así tuvieran que caminar unos tramos para que el Búfalo se recuperara. Por cierto, Omar corrió también el maratón de Japón, integrado a los «Majors» del mundo; y otros amigos han hecho el de China, a través de la Gran muralla.
Y ni qué decir de la gran lección que nos regaló a todos los mexicanos nuestro campeón olímpico, Germán Silva, cuando en noviembre 6 de 1994, en el maratón de Nueva York, después de una emocionantísima carrera en la que todo México gritábamos jubilosos al ver como dejaba atrás a los grandes atletas del resto del planeta y hacía el uno dos con Benjamín Paredes, de repente, ya merito por entrar a la meta, ¡noooooo! ¡Se equivoca de calle y se desvía de la ruta! (Pueden verlo por YouTube). Pero miren lo que es bueno y para mi fortuna me tocó oírlo de su voz en una plática que dio en el maratón de Querétaro: se da cuenta del error, regresa, se recupera, alcanza a Paredes y atraviesa la meta en primer lugar; Germán termina la conferencia diciendo «en la vida no importa que nos equivoquemos, lo importante es cómo nos recuperamos». ¡Vaya corazonsote Germán, felicidades!
¿Saben? Existe un fenómeno en los maratones que los psicólogos llaman «la pared” y se da generalmente pasando el 30k. Se trata de un agotamiento físico extremo combinado con un factor químico y sumado a una depresión que conduce a un bloqueo mental. En el momento que el cuerpo está por completo vacío de reservas y los músculos totalmente cansados se aparece este gran muro mental y uno comienza a pensar que se necesita estar loco para estar ahí por gusto viviendo ese sufrimiento. El cerebro ordena claudicar, dejarlo todo y muchos abandonan… En esos instantes lo único que te queda es el corazón y si has tenido el tino y la constancia de consentirlo, con total seguridad lograrás superar la pared y entonces sabrás que en este mundo, para ti, no existe absolutamente nada imposible de vencer… gracias a que el corazón te seguirá creciendo.
PD. Amigos corredores, sus anécdotas son bienvenidas para formar el siguiente Andares.
¡Yo, por lo pronto, voy rumbo a mi medalla número 100… ya les contaré cuando la conquiste!
andaresblog.com