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Mentes Asesinas
15 junio, 2020|Historias de vida

Mentes Asesinas

Mentes Asesinas

Un mal día, a los trece años de edad, su madre la llevó a beber con unos amigos y, en completo estado de ebriedad, decidió regalarla a cambio de tres cervezas a un sujeto de nombre José Lugo.

Aquella noche Juana fue golpeada, atada con cuerdas en las muñecas y violada. Quedó embarazada y, durante los nueve meses de la gestación, fue víctima de golpes y maltrato físico y emocional por parte del violador.

En el libro «Mentes Asesinas” de la doctora Feggy Ostrosky-Solís, nos comenta que Juana había nacido un 27 de diciembre de 1958 en Pachuca de Soto y que su padre, ese mismo día, abandonó a su madre. Ella se había hecho adicta al alcohol y la situación económica en que vivían era muy precaria, al punto de tener que dormir en el suelo y taparse con costales de cemento.

En su niñez Juana fue solitaria ya que no se le permitía socializar con nadie y tenia prohibido salir a la calle o asistir a la escuela, hecho por el que hasta la edad adulta fue que aprendió a escribir su nombre y a contar del uno al cien. De niña no tuvo juguetes ni amigos pero eso si, diario era agredida por su madre tanto en forma física como verbal.

A los 18 años la mamá de Juana murió de cirrosis hepática. Ella sólo experimentó rencor y odio. En cambio, cuando cumplió 30 años, el padrastro falleció y debido que él apoyó a Juana en la educación y crianza de su hijo José Enrique, producto de la violación, su muerte fue un acontecimiento muy dramático para ella.

A los 23 Juana contrajo matrimonio civil con Miguel Barrios García pero la relación se complicó cuando él dejó ver su lado violento. Tres años después, inició una nueva relación con Félix Juárez Ramírez. Como con Miguel, el principio fue bueno pero con el paso de los primeros años, Félix también comenzó a ejercer violencia contra ella y sus hijos.

En 1998, José Enrique, su primer hijo, fue asesinado en una riña callejera cuando tenía 24 años. Esta muerte fue recordada por Juana como “el momento más triste de su vida”.

Esta es parte de la historia de Juana Barraza, la Mataviejitas, pero ¿es la vida que le tocó vivir o la que ella eligió? Analicémoslo desde sus inicios, comenzando por los problemas biológicos que puede traer consigo un embarazo mal cuidado -en el que la madre consuma alcohol y drogas- con un parto mal asistido, aunado a un posterior abandono materno, motivos todos de posibles causas de la incubación de individuos que serán violentos.

Uno de los hechos más determinantes en la vida de un niño, sino el más importante, es el apego a los padres. Con el castigo físico el niño aprende que la violencia es una forma aceptable de resolver los problemas.

El niño de 5 años, cuando ingresa al amplio mundo social de la escuela, también lo hace al mundo de las comparaciones sociales.

De los 6 a los 11 años, la escuela es una experiencia fundamental y definitoria que tendrá influencias marcadas sobre la adolescencia. La noción que el niño tenga de su propio valor o autoestima, depende esencialmente de la habilidad que demuestre para desempeñarse en ella. Un niño que fracasa en la escuela pone en función actitudes defensivas que pueden oscurecer los proyectos de toda una vida.

La tensión que producen los traumas físicos, emocionales o sexuales, o la exposición a ambientes altamente traumáticos como la guerra o el hambre, puede disparar una serie de cambios hormonales que, a su vez, generan cambios cerebrales permanentes que transforman la manera en la que las personas manejarán en el futuro sus emociones. La peor noticia es que una vez que se presentan este tipo de alteraciones cerebrales, existen muy pocas posibilidades de retroceder.

La gran mayoría de los delincuentes violentos provienen de hogares en los que padecieron algún tipo de maltrato. Una hipótesis es que, si de forma reiterada un bebé es zarandeado bruscamente, es muy posible que las fibras blancas que ligan su corteza cerebral con las otras estructuras se rompan, dejando así el resto del cerebro fuera del control pre frontal. Otros factores detectados que pueden propiciar esta misma ruptura de fibras y afectar la morfología cerebral del producto son el alcohol y la drogadicción de la madre durante el embarazo.

De acuerdo a los hallazgos de la investigadora Terre Moffit, del Instituto de Psiquiatría de Londres, la alteración genética o el abuso infantil de manera aislada resultaba en individuos con personalidades explosivas, irritables y con poca tolerancia a la frustración, pero cuando los dos factores (genética y medio ambiente) estaban presentes, se generaban personalidades peligrosamente violentas, incluyendo asesinos y multihomicidas.

La mayoría de los asesinos seriales han sido individuos que fueron profundamente maltratados y heridos durante su infancia.

Las condiciones de la vida en la que a cada uno nos toca nacer, no las elegimos.

La familia, el ambiente de casa, el país, la cultura, la situación económica, la descubrimos al llegar a este mundo, y hablando precisamente de probabilidades, según datos de INEGI, entre 1993 y 2005, en uno de cada tres hogares de la ciudad de México se registró algún tipo de violencia.

¿A ti cómo te fue? ¿Tu padre fue amoroso, comprensible, te consintió? ¿O fue un ser repugnante que se dedicó a descargar sobre ti su ira y frustraciones? Y a tu madre ¿cómo la recuerdas? ¿Abusaron de ti? ¿Te agredieron? ¿Naciste en cuna de algodón y usaste ropa de marca? ¿O siempre tuviste carencias? ¿Fuiste feliz en tu infancia y en la adolescencia? ¿Quién eres ahora? ¿En qué y en quién te convirtieron los años?

Se sostiene que el primer asesinato de la “Mataviejitas” fue cometido el 17 de noviembre de 2003, o sea, a sus 45 años de edad. De ese día hasta su captura murieron alrededor de 60 viejitas en circunstancias similares. A Juana se le ha encontrado culpable de 16 de ellos, castigo por el cual se le dio una condena de 759 años de prisión.

La pregunta es ¿cuántos de los 759 años de condena de Juana Barraza le corresponden a las circunstancias en las que le tocó nacer y cuántos realmente a ella?

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Alejandro Mier
"Mis Andares, no son más que historias de esas que escuchamos a diario y que por creerlas de interés o que aportan algo en este loco afán de tratar de entender el comportamiento humano, me parecieron dignas de dejarlas por escrito. Te aseguro que después de leer algunos de mis Andares, notarás que tú también tienes muchas historias que merecen contarse... si las quieres compartir, son bienvenidas! Por lo pronto, será un placer encontrarte... en los Andares de la vida".